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  • Casa del Tejal

    ¿La casa del Tejal o la casa del Clérigo?

    Esta antigua casa es conocida por dos nombres diferentes: la “casa el Tejal” y la “casa el Clérigo”. El primero es indicativo de la existencia de una pequeña industria tejera artesanal.

    Para fabricar tejas son necesarios tres elementos: agua, leña y una tierra apropiada. El entorno es rico en tierra arcillosa rojiza o masapé, hay un canal de riego próximo y abundantes matorrales. Al parecer, el antiguo horno fue desmontado para reutilizar sus piedras.

    Por otro lado, cuentan que la casa alojó a un clérigo que visitaba Las Vegas periódicamente. Esta finca, conocida como la joya (hoya) del Clérigo, perteneció a las monjas Agustinas Recoletas de Los Realejos. Junto a la casa hay un horno para el secado de fruta y, en ocasiones especiales, para cocer el pan.

  • Era del Tejal

    Los camellos fueron la fuerza motriz del campo isleño.

    La era del Tejal tiene unos 25 metros de diámetro y destaca por estar tallada directamente en la toba volcánica.

    En algunos puntos se rellenaron los huecos con lajas basálticas para completar la superficie lisa necesaria. Es muy probable que en esta era se usaran camellos para trillar y que estos animales circularan frecuentemente por el Camino Real, cargados de cereales y todo tipo de productos.

    El camello canario fue introducido desde África en el siglo XV y se convirtió en una herramienta de trabajo esencial en todas las islas. Esta raza autóctona se caracteriza por su fuerza y musculación, adaptada al trabajo en el campo. Conocido como “el tractor isleño”, el camello se usaba para el arado de la tierra, para el transporte, para cargar mercancías en los puertos e incluso para acarrear piedras en las canteras.

  • El molino

    La fuerza del agua movió las piedras del molino

    Estos son los restos de un molino que era movido por el agua que venía canalizada desde la cumbre. Su abundancia ofrecía la posibilidad de una buena molienda.

    Los entornos rurales de Tenerife ofrecen buenos ejemplos de la gestión sostenible de los recursos naturales y del territorio. Un buen ejemplo es este molino que ofrecía la posibilidad de transportar el cereal ya molido y listo para su consumo, venta o intercambio, justo en el lugar donde era cosechado.

    Para girar sus engranajes nada mejor que el recurso más cercano. Una tajea transportaba el agua que se extraía de las cumbres de esta zona, hacia el pueblo. Aprovechando la llegada a esta propiedad y la fuerza que trae por gravedad, sólo era cuestión de hacerla pasar por los engranajes del molino. Sin desperdiciar ninguna gota, el agua seguía su curso para cumplir el cometido para el que fue extraída, el riego de los campos y el consumo humano.

    Los restos de este antiguo molino hablan de dos culturas, la del cereal y la del agua. Vidas alrededor de ellas las crearon y las hicieron evolucionar, consiguiendo con ello, la supervivencia.

    El sur de Tenerife bien puede considerarse una fuente de conocimiento de prácticas antiguas y saberes ancestrales que dibujan en el territorio innumerables maneras de sostenibilidad. Aprendamos de ellas porque el presente y el futuro las solicitan.

  • Árboles con personalidad propia

    En Las Vegas existen muchos árboles con personalidad propia.

    El pino del Guirre es un ejemplo de la relación estrecha entre los habitantes del medio rural y sus árboles.

    Los árboles siempre acompañaron a los seres humanos y son muchas las aportaciones que les ofrecen esos seres vivos, complejos y bellos. En Las Vegas muchas de esas relaciones han quedado inmortalizadas en los nombres que sus gentes dieron a esas maravillas de la naturaleza: Pino Campanero, Pino del Rayo, Pino del Guirre, Pino El Tame, Pino Alto, Pino Gordo o Pino del Haba.

    Ese estrecho lazo abarca desde las necesidades primarias a la convivencia entre las personas. Como ejemplos valgan el corte de una madera para construir una casa o para cocinar, la descripción del árbol que da la sombra en el trabajo o del que es linde entre propiedades.

    Otros nombres se refieren a sus virtudes físicas: el recordatorio de una noche de tormenta, el lugar donde se plantaba un alimento, el sitio donde se posaba un ave o, como no, el árbol que sirve de campanario en los actos festivos y religiosos.

  • Casa del Seco

    El Seco debe su nombre a un pino ancestral

    Esta casa, el amplio lomo en el que se enclava y muchos otros elementos del lugar, como diversas fuentes, el camino y la era, toman su nombre del Pino Seco, un antiguo ejemplar de pino canario.

    La zona estuvo principalmente dedicada el pastoreo de cabras. Su propietario, el terrateniente Arístides Guimerá, poseía dos grandes rebaños, uno en esta zona de cumbre y otro en la costa.

    Las plantas del Seco eran muy diferentes y eso se reflejaba en una producción de leche y queso menos grasos, con un sabor y composición diferente a los costeros.

    Todavía hay un rebaño de cabras que pasta en la finca del Seco. Sus quesos se elaboran en Chimiche y, en ocasiones, se vende la leche a la Quesería de Benijos o a otras de Gran Canaria.

  • Horno de secar fruta

    Una forma de conservar alimentos en un territorio rico en frutales

    La necesidad de conservar los alimentos todo el año hizo que en el sur se practicaran diferentes técnicas para el secado de la fruta. Los hornos eran esenciales para ello.

    Las Vegas, al ser un asentamiento eminentemente agrícola, vivía de diversos cultivos, principalmente cereales, donde los árboles frutales también desempeñaron un papel fundamental en la alimentación de sus gentes.

    Las zonas rurales se preparaban para la época más gélida del año, almacenando todo el alimento posible. En ese sentido, un problema que se trató de resolver fue la conservación de la fruta. Hornos como éste lograron resolverlo, ya que permitían secar los higos. En ocasiones excepcionales, como por ejemplo para bodas o bautizos, los hornos también se utilizaban para hacer dulces y pan.

    En este caso, el abandono de estas prácticas se refleja en el estado de conservación de estas pequeñas infraestructuras, perdiéndose con ellas parte del patrimonio arquitectónico y cultural de las Islas.

  • Las Vegas

    En Las Vegas se encontró un oasis de fertilidad en la aridez del sur isleño.

    El origen de “Las Vegas” se encuentra vinculado a la fertilidad de sus tierras de cultivo.

    Pero, ¿qué es una vega? Se trata de una parte del terreno baja, llana y fértil, que periódicamente se inunda como consecuencia de las precipitaciones.

    Si se fija en este paisaje, podrá observar una vega ya abandonada. La vaguada de este barranco albergó papas, hortalizas, viñas y frutales, aunque ahora esté tapizada por la vegetación silvestre. Es lógico pensar que, históricamente, estas zonas fueron especialmente valoradas para desarrollar un asentamiento de población de forma permanente. Ya se imaginará de donde procede el nombre de este caserío.

    La aparición y uso de estas zonas de cultivo le dieron la posibilidad de convertirse en un auténtico oasis en medio del sur de la isla. La existencia de este tesoro y la cercanía al agua fueron los motivos por el que el caserío de Las Vegas se convirtió en el primer núcleo colonial castellano de toda la región sur conocida como Abona.

  • Era de La Abejera

    Eras de trilla como esta nos recuerdan la importancia que tuvo el cultivo de cereal en el pasado

    Las medianías del sur de Tenerife están salpicadas de eras que recuerdan la importancia que tuvo la producción de cereal para la alimentación de la población. En los años setenta del siglo XX, la llegada del turismo y la importación masiva de alimentos produjo un abandono progresivo de la agricultura en las zonas menos productivas como esta.

    El campesino canario utilizaba ciertas estrellas y constelaciones como marcadores del tiempo y “señas” para predecir la llegada de lluvias, cuestión fundamental para sus tareas agrícolas y ganaderas: la siembra, la cosecha, la trashumancia o la suelta del ganado. Nombres populares se trasmitieron de padres a hijos, como “El Arado” (Cinturón de Orión), “El Pastor (Las Hyades), “El Gañán” (Sirio) o “Las Cabrillas” (Las Pléyades).

    Algunos campesinos eran capaces de predecir los meses secos y los de lluvias observando el cielo y los vientos en momentos muy concretos del año. A estas prácticas se les conoce como la lectura de las cabañuelas. Estas técnicas tienen paralelismos en las culturas ibéricas y mediterráneas, tanto en la metodología empleada como por su vinculación con el santoral y las fechas de predicción.

  • Risco del Muerto

    Una erupción volcánica modificó el relieve de Las Vegas.

    Tras la conquista castellana, el agua y las tierras fértiles de Las Vegas impulsaron el asentamiento de la población. ¿Pero hubo algún ingrediente secreto detrás de tanta fertilidad?

    De la erupción subhistórica de la Montaña la Arena, ubicada unos 8 kilómetros más arriba, surgió una enorme colada de lava basáltica que formó un extenso malpaís negro de tipo “aa”. La lava se canalizó por los barrancos preexistentes hasta llegar al mar y modificó el relieve de Las Vegas, creando una zona relativamente más llana.

    Los volcanes son un peligro para la población, pero también proporcionan una extraordinaria fertilidad a los campos. En este caso, los minerales basálticos de la erupción aportaron importantes elementos esenciales al suelo. La fertilidad de Las Vegas está directamente conectada con su particular origen volcánico.

  • Las casas cuevas

    Un asentamiento con recursos básicos para la vida

    Desde la época prehispánica, los barrancos fueron lugares donde la naturaleza ofrecía buena parte de lo necesario para la subsistencia humana: agua, refugio y comida.

    Si observas bien, en esta ladera de enfrente aparece una forma de vivienda que fue muy común hasta hace poco tiempo: la casa-cueva. La geología del lugar facilitó este tipo de construcciones que forman parte de la cultura tradicional del sur de Tenerife.

    También pasan dos importantes infraestructuras: el “Canal del Sur” y la “atarjea del Consuelo”.  La primera viene desde los altos de Fasnia y recorre 73 kilómetros llevando agua a todo el sur de la isla. La segunda, más modesta, trae agua de la Galería El Consuelo en el barranco de El Río, límite municipal entre Granadilla y Arico.

    Las casas-cueva, los canales y las tajeas o atarjeas hablan de la búsqueda de la supervivencia en el inhóspito sur de la isla, aprovechando hasta el último recurso del territorio.