Autor: Daniel Hernández

  • Barranco de la Orchilla

    El Camino Real tuvo que sortear multitud de obstáculos para conectar el Sur

    Conectar la capital de la isla con la comarca de Abona requirió superar los profundos barrancos, empinadas laderas y descampados áridos del Sur de Tenerife. También fue así para la Carretera General del Sur, cuya llegada a San Miguel de Abona se produjo allá por 1940.

    El tramo de carretera entre Granadilla y San Miguel se construyó entre 1934 y 1940. Desde aquí se puede contemplar, un poco más arriba, el puente sobre el Barranco de la Orchilla, cuya finalización marcó la llegada a San Miguel. La nueva carretera sustituyó progresivamente al Camino Real, despojándolo de su uso comercial y quedando relegado a una vía rápida para las comunicaciones a pie.

    En este punto, el Camino Real atraviesa el Barranco de la Orchilla, cuyo nombre hace referencia a un liquen muy apreciado como tinte desde la época de los romanos: la orchilla (Roccella canariensis). En Canarias hay unas 13 especies distintas que crecen en acantilados costeros y barrancos expuestos al mar. Es poco probable que los “orchilleros” trabajaran en esta zona media del barranco, menos influenciada por la brisa marina, pero su arriesgada actividad bautizó para siempre a este abrupto barranco que separa Granadilla de San Miguel.

  • Mirador de Chiñama

    Este mirador nos regala una panorámica de la historia de Abona

    Este mirador ofrece una amplia panorámica de la comarca de Abona que nos permite entender cómo se desarrolló el poblamiento. Mientras el Camino Real recorría las medianías, otros caminos conectaban cada localidad con la costa y sus respectivos embarcaderos naturales.

    A lo largo de estas vías se fueron extendiendo las haciendas agrícolas y las viviendas de los nuevos pobladores. El caserío se configuró en torno al núcleo original guanche de Chiñama. La denominación de Charco del Pino aparece ya desde el siglo XVI, como nombre del lugar, en alusión al charco o “ere” del barranco, situado a pocos metros de aquí en el fondo del cauce.

    Con la llegada del agua del Canal del Sur las huertas de jable ganaron en productividad. Las papas, el tomate, el tabaco y, más tarde, los invernaderos y las flores, se sucedieron en este paisaje rural y generaron una importante riqueza. Hoy la principal actividad de la comarca es el turismo y los servicios asociados a esta importante industria. También se mantiene la actividad agrícola, con un destacado papel de la viticultura y una función esencial como mantenedora del paisaje.

    Hasta bien entrado el siglo XX, la navegación de cabotaje mantuvo un destacado protagonismo en la actividad comercial del sur de Tenerife. Los productos de la comarca y los viajeros se embarcaban por vía marítima hacia la capital de la isla y a los destinos europeos, evitando el difícil recorrido por tierra.

  • Charco del Pino

    El agua de Chiñama dio de beber al pueblo.

    El núcleo de Chiñama y Charco del Pino, como otros tantos pagos y pueblos de Canarias, se desarrolló en este lugar porque había agua disponible para el asentamiento de la población. Hay quien asegura que “Chiñama” es una palabra guanche que significa “fuente” o “montaña de agua”. Más tarde, el asentamiento adoptó otro nombre: “Charco del Pino”, que también apunta a la disponibilidad de agua.

    No hay duda de que los guanches poblaron Chiñama, los hallazgos arqueológicos en el barranco y en los alrededores de la montaña así lo evidencian. Por aquí pasaban con el ganado a beber agua en los charcos del barranco. Luego los campesinos, los monjes o las vendedoras de pescado, también siguieron el Camino Real hasta aquí en busca de agua.

    En el barranco de Chiñama hay un “ere” donde se obtenía agua en momentos de sequía. Se trata de un profundo hoyo o poceta en la roca basáltica y cubierto por la arena que arrastra el cauce. Allí se conserva una importante cantidad de agua de forma subterránea. En momentos de sequía, las gentes del lugar cavaban pequeños hoyos en la arena para que el agua ascendiera por capilaridad, consiguiendo beber ellos y sus animales.

  • Ermita del Pinito

    La ermita del Pinito sobrevive a la hacienda donde nació.

    En el año 1725 el alférez Pedro González del Castillo inició la construcción de esta pequeña ermita privada en la hacienda de su familia en Chiñama.

    Las obras finalizaron en 1731 pero ya en 1727 se celebró la primera fiesta en honor a la Virgen de las Nieves, a cuya advocación está dedicada.

    En su interior destacan el artesonado mudéjar y la decoración morisca de los techos. El edificio tiene tres arcos de medio punto, ocho ventanales y en su frontón están grabados los símbolos de San Pedro: la tiara o corona y las llaves. Hasta hoy, todos los 5 de agosto se sigue celebrando la romería en honor de la Virgen de Las Nieves.

  • Los descansaderos

    En los descansaderos se reponía fuerza para seguir adelante

    A lo largo del Camino Real hay distintas manifestaciones religiosas: cruces, calvarios, ermitas y descansaderos.

    Estos últimos, eran lugares usados por las comitivas fúnebres para hacer una parada en el camino hacia el cementerio. Antiguamente no había carreteras, las comunicaciones se realizaban por el Camino Real y fundamentalmente a pie. Los descansaderos se sitúan al borde del camino y están señalizados con cruces conocidas como “cruces de las ánimas”. En ellos había una piedra o un muro plano y elevado para depositar el féretro. Los que cargaban el ataúd descansaban y los familiares les brindaban comida y vino para que repusieran fuerzas. Mientras tanto, también se hacían rezados por el alma del difunto.

  • Secadero de tabaco

    Por el Camino Real circulaban los productos de la comarca

    Los caminos reales se llaman así porque pertenecían a la corona, aunque en Canarias dependían de los cabildos insulares. Debían tener un ancho de siete metros, estar vallados y salvar los desniveles en zigzag, pero no todos cumplían esos mínimos. Muchos eran simples caminos de herradura, con unos dos metros de ancho en los que apenas se podían cruzar dos bestias de carga.

    Los principales productos de la comarca circulaban por el Camino Real, a lomos de bestias o en carros tirados por vacas, mulas, burros y hasta camellos. Ese fue el caso del tabaco, cuyo cultivo se propagó por los campos de Granadilla a finales del siglo XIX. Esta planta americana traída por Cristóbal Colón se naturalizó pronto en las islas, aunque no estuvo permitido su libre cultivo hasta 1836.

    A pocos metros de aquí se encuentra el secadero de tabaco de Granadilla, construido en 1878 por José García Torres, uno de los cosecheros más importantes de la comarca. Su posición estratégica junto al camino facilitaba la llegada de la materia prima. En aquella época, un verde intenso recubría los bancales y el aroma a tabaco inundaba el ambiente próximo al secadero.

  • Pino del Guirre

    El posadero de los últimos buitres de la isla.

    “Guirre” es como se conoce popularmente al alimoche (Neophron percnoterus majorensis) en Canarias. Es una especie de buitre que sobrevoló los cielos de Tenerife hasta bien entrado el siglo XX.

    El abandono agrícola, la caza furtiva, los venenos y en general el cambio de nuestra forma de vida, provocó la extinción paulatina en la isla de todo un símbolo de nuestros campos.  Afortunadamente, en la actualidad, sobrevive un importante número de ellos en las islas de Fuerteventura, Lanzarote y el archipiélago Chinijo.

    Los guirres jugaban un papel fundamental en nuestro medio natural. Como buenos carroñeros, se encargaban de limpiar el campo de cadáveres, evitando la proliferación de ratas y enfermedades que podían afectar al ganado e inclusos a nosotros mismos.

    En Tenerife, aún lo mantienen en el recuerdo los más viejos. A lo largo de nuestro territorio existen muchos lugares que hacen alusión a su antigua presencia. Lugares de cría o posadero, como este sitio donde te encuentras ahora mismo: el Pino del Guirre. Un lugar donde los antiguos habitantes solían ver posados a nuestros viejos buitres.

  • El Aserradero

    El pinar de Las Vegas fue una importante fuente de materias primas.

    Los magníficos pinares del sur de Tenerife fueron tremendamente explotados por la riqueza contenida dentro de los viejos pinos.

    El pino canario se convirtió en un extraordinario recurso natural cuando se descubrió la alta calidad de su madera interna: la tea. Ese corazón, producto de la concentración de la resina en el interior del árbol, produjo una enorme demanda para la construcción y para la obtención de brea, un producto muy demandado para el calafateo de barcos.

    Los pinares se convirtieron en importantes espacios productivos y fueron sobreexplotados. Se perdieron grandes extensiones y sobre todo los pinos más antiguos, los que concentraban mayor cantidad de madera de tea. En el interior de estos pinares, en algún lugar perdido, descansan los restos de algún horno encargado de obtener la brea que se exportaba a puertos y astilleros.

  • Los Hibrones

    Los hibrones o jibrones bajaban por este camino

    El término canario hibrón o jibrón alude a los maderos colocados paralelamente a los pares de una armadura de tejado para recibir la tablazón.

    Sin embargo, en las islas de El Hierro y Tenerife, por extensión, hace referencia a cualquier clase de madero.

    Probablemente, este núcleo y camino reciben su nombre del tránsito de madera, proveniente de los pinares de las medianías altas, con destino a la construcción. La madera de pino ha sido ampliamente utilizada en la construcción de barcos por sus características resistentes al agua.

    En el entorno de Los Hibrones hay muchos vestigios de un importante pasado agrícola: la gran era junto al camino, la fuente y el lavadero, pasiles y hornos de frutas, e incluso un horno de tejas. Todo ello junto a numerosos bancales de cultivo que aún siguen en producción, rodeados por el pinar que caracterizó la zona.

  • La Higuera

    El legado de las higueras canarias.

    Este barrio de Granadilla de Abona debe su nombre a uno de los árboles más apreciados de la agricultura canaria.

    La presencia de la higuera data de la época aborigen, muy anterior a la conquista de las islas, como citan relatos antiguos y confirman estudios arqueológicos.

    Los higos desempeñaron un papel fundamental en la alimentación. Se consumían frescos y se secaban al sol en pasiles y en hornos, para preservarlos y consumirlos durante el invierno. Las higueras tenían tanto valor que hasta el último tercio del siglo XX aparecen registradas en testamentos y documentos de propiedad.

    En este núcleo, las higueras debieron ser muy importantes o existir un ejemplar muy destacado. Además del barrio, llevan su nombre la Fuente la Higuera, la Montaña la Higuera, el Camino la Higuera y el Barranco la Higuera.